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"TRIANGULO SAGRADO"

  • Corresponsal de "Al Dia"
  • 16 nov 2024
  • 2 Min. de lectura

Querétaro cumple 15 años de figurar en la Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad

Lugares de memoria y tradiciones vivas de los otomí-chichimecas de Tolimán: la Peña de Bernal, guardiana de un territorio sagrado. Inscrito en 2009, hace 15 años, en la Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad

El pueblo otomí-chichimeca, asentado en la zona semidesértica del Estado de Querétaro, ha conservado un conjunto de tradiciones que son testimonio de su relación excepcional con la topografía y el medio ambiente circundantes. Su entorno cultural está presidido por el triángulo simbólico que forman la Peña de Bernal y los cerros del Zamorano y el Frontón.

Ahora bien es importante recordar que la Peña de Bernal es un monolito porfídico o cuello volcánico que se formó hace 8.7 millones de años. Para las comunidades otomíes-chichimecas que han habitado la región, la Peña de Bernal ha representado un símbolo sagrado durante siglos. En las faldas de la Peña de Bernal se han encontrado vestigios de culturas prehispánicas, lo que indica que era un importante centro ceremonial para las poblaciones indígenas.

El cerro El Zamorano es un volcán extinto que se formó hace unos 10 a 11 millones de años. Es la montaña más elevada del estado de Querétaro, con una altura de 3,280 metros sobre el nivel del mar; y El Frontón es una montaña cerca de San Pablo Tolimán, con rocas de hasta 244 millones de años.

Todos los años, los otomí-chichimecas se congregan para ir en peregrinación a estas elevaciones sagradas llevando cruces milagrosas, a fin de impetrar la lluvia y la protección divina, venerar a sus antepasados y exaltar la identidad y continuidad de su comunidad.

A lo largo de todo el año tienen lugar otras festividades comunitarias que constituyen todo un calendario de celebraciones de ritos centrados en el agua –un elemento sumamente escaso debido al clima de la región– y que exaltan la capacidad de resistencia del pueblo otomí-chichimeca.

La celebración de los ritos suele efectuarse en capillas familiares privadas consagradas al culto de los antepasados, o se manifiesta con la elevación de los chimales –imponentes estructuras temporales construidas con carrizo y recubiertas de plantas silvestres– que son ofrendas y símbolos de la resistencia, la vitalidad y sentimiento identitario de la comunidad. El vínculo entre la cultura espiritual y el espacio físico ejerce una influencia en el arte de la región –en particular en las imágenes religiosas, las pinturas murales, las danzas y la música– y las costumbres que encarnan ese vínculo son componentes esenciales de la identidad cultural de la comunidad.

Por Heidy Wagner.


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